¿Veinte minutos o todo lo que el cuerpo aguante con la misma camiseta ilustrada?

El martes pasado me comí la mejor pizza Calzone que he probado hasta ahora.

Fue una experiencia increíble, aún la tengo muy presente.

 

La masa, crujiente por fuera y esponjosa por dentro, un tono dorado de película y el olor escalofriante.

 

Nada de cubiertos; la cogí con las manos y la mordí dejándome llevar.

 

Hubo momentos en que me iba, como cuando pasas de la vigilia al sueño, pero algo te desvela y vuelves a la vigilia.

 

Me sentí algo incómodo por la falta de atención hacia mi acompañante.

 

Seguí comiendo, cada bocado era mejor que el anterior.

 

La Calzone me llenaba de placer y de satisfacción. Me sentía feliz y agradecido. Aplaudí la idea de ir a esa pizzería que tuvo mi acompañante.

 

No sé cuántas veces se lo repetí.

 

Al terminar la pizza, me quedé satisfecho, muy satisfecho. Una de las mejores comidas de mi vida. Y también de las más efímeras.

 

La pizza duró veinte minutos, ¿o menos?

 

 

Mira lo que te digo.

 

Tal vez te ponga entre la espada y la pared:

 

¿Si tuvieras que elegir entre una Calzone y una camiseta de esas que al verla se te rizan las pestañas, qué elegirías?

 

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

 

Tranquilo, ahora lo verás.

Cada cosa en su tiempo.

 

Entonces, ¿qué elegirías? Yo, lo tengo claro.

 

Una camiseta que te pone que no veas, que no cualquier camiseta, sino una de esas que te riza las pestañas en el acto, te hace sentir bien, muy bien, especial, te pone una sonrisa en la cara, igual no te das cuenta, pero te la pone.

 

Fíjate la próxima vez que te pongas una de esas.

Si es que tienes alguna.

 

Cuando la llevas puesta, da igual con quien te cruzas, saludas y te devuelven el saludo, claro que te lo devuelven; es inevitable.

 

Te hace olvidar los malos rollos, bueno, no los olvidas, sino que dejan de tener importancia.

 

Y, lo que no tiene una pizza es que puedes disfrutar de todos esos placeres siempre que quieras, tantas veces como quieras y el tiempo que quieras.

Te pones esa camiseta flipante y ya está. Te acompaña, te abraza, te da alegría, seguridad, todo dura mientras la vistes.

 

Y puedes repetir mañana, y al otro, y al otro, y puedes acostarte con ellas y ducharte, pero no te lo recomiendo.

 

Sí, lo tengo claro.

 

Entre la Calzone y la camiseta que me riza las pestañas, me quedo con la camiseta que me hipnotiza.

Y tú, ¿qué eliges?

Si estás de acuerdo conmigo, regístrate en el formulario de abjo, dejas tu correo electrónico y mejor te quites la camiseta para ducharte. Te mando 3 correo a la semana y acabarás prefiriendo una camiseta (pero no cualquier camiseta) a cualquier comida.

Y, si no lo tienes claro o prefieres la pizza, cómete la pizza primero y después te suscribes. Me parece un buen plan, miras, y luego ya, tú decides; si te aburre te das de baja, mientras te comes la Calzone.

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